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La factura del apagón

Jordi Margalef Secretario de Comunicación del Sindicato de Trabajadores (STR)


Desde hace años, buena parte de la industria española ha venido señalando la fiabilidad del suministro eléctrico como una de sus fortalezas en un mercado global cada vez más competitivo. Tener corriente estable y a precios razonables es un factor crítico frente a otras regiones del mundo que disfrutan de energía más barata y de un acceso igualmente ventajoso a materias primas.

El apagón general de ayer siembra dudas sobre esa supuesta ventaja competitiva. Ocurre, además, en pleno proceso de descarbonización, cuando asegurar la provisión eléctrica resulta decisivo y cuando el tejido industrial lleva tiempo alertando de la necesidad de modernizar una red que, a la vista de lo sucedido, revela carencias preocupantes.

La pérdida de confianza en un suministro fiable es uno de los costes que deja este lamentable episodio, pero no el único. Las paradas forzosas y posteriores arranques de instalaciones críticas generarán pérdidas millonarias.

Aunque la incidencia haya sido general, los daños operativos y las ralentizaciones se explican, en última instancia, por años de inversión insuficiente y dejadez administrativa: un lujo que el país no puede permitirse justo ahora, con la transición energética marcando el futuro inmediato.

Mientras el Gobierno depura responsabilidades, desde el Sindicato de Trabajadores lanzamos la pregunta que corresponde: ¿quién pagará la factura del apagón? De momento, la asumen las empresas y los trabajadores afectados. Pero, a medida que se esclarezcan los hechos, deberá exigirse la correspondiente compensación económica.

El problema no se limita a un sector concreto: toda la actividad productiva se ve perjudicada cuando la electricidad falla. Y todo el tejido empresarial merece ser resarcido. No olvidemos que España ya soporta una de las energías más caras de Europa, una desventaja añadida para industrias electrointensivas que compiten en mercados globalizados.

La transición energética sólo será viable si los territorios industriales cuentan con infraestructuras a la altura de su papel estratégico. ¿Cómo electrificar procesos enteros si ni siquiera se garantiza el suministro actual? ¿Cómo atraer o retener inversiones de multinacionales si no les ofrecemos seguridad básica?

El escenario internacional combina grandes riesgos y grandes oportunidades. Lo que incline la balanza dependerá, en buena medida, de certezas tan elementales como que la luz no se apaga. Tomemos nota y actuemos en consecuencia: está en juego la creación de empleo de calidad, la generación de riqueza y la propia capacidad de financiar las políticas públicas que el país necesita.